"Cansado y triste,
como un poniente lento,
clavado en la encrucijada del dolor, del polvo,
del odio, del cansancio,
me espera mi Cristo,
el más mio, el más íntimo,
el Cristo de la tarde.
Hoy no vengo, Señor,
como todas las tardes,
a alargarte la esponja inoportuna de mi queja,
hoy vengo a darte gracias.
Soy el mismo.
Tengo la hiel del crepúsculo
en mis resecos labios.
Como todos los días, señor,
he vendido palabras
a la esquina de todas las calles.
Tengo la voz cascada, como un tambor,
como un vientre vacío.
Tengo hambre.
Estoy cansado de vivir vacío.
No te pido que bajes a mi nada,
sólo quiero que me llenes de tu ausencia...
Pero, señor,
no venía a mecer tu agonía
con el cantar de siempre,
venía a darte gracias por un amigo nuevo.
Me sorprendió su amistad.
Vino como todas tus cosas, "tus providencias",
tus regalos...
por sorpresa.
Gracias".
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